El tratamiento de la hipocalcemia aguda (de rápida aparición), sintomática o con cifras de calcio muy bajas (por debajo de 7 mg/dl) consiste en la administración de calcio por vía intravenosa. Mientras se está poniendo éste, es importante mantener al paciente monitorizado, es decir, registrar de forma continua en el tiempo sus constantes vitales (tensión arterial, frecuencia cardíaca, cantidad de oxígeno en sangre, frecuencia respiratoria) para mantenerlo lo más vigilado posible. Y es que la administración de calcio intravenoso puede producir arritmias cardíacas que pueden tener consecuencias importantes.

En el tratamiento de la hipocalcemia es muy importante considerar la posibilidad de que exista hipomagnesemia (niveles bajos de magnesio en sangre), sobre todo si los niveles de calcio no se normalizan con las medidas descritas anteriormente. Cuando se sospecha que esto ocurre, se debe extraer una muestra de sangre para conocer la cantidad de magnesio en sangre y, si está baja, administrar magnesio por vía intravenosa. Reponiendo primero los niveles de magnesio se conseguirá reponer los niveles de calcio.

El tratamiento de la hipocalcemia crónica consiste en la administración de suplementos de calcio por vía oral y de vitamina D. El objetivo es mantener los valores de calcio en el límite bajo de la normalidad. Para ello se deben controlar los valores de calcio en sangre, primero semanalmente y, una vez estabilizados, cada 1-3 meses.

Para proteger la aparición de litiasis (cálculos o piedras) en el riñón, se puede plantear una dieta baja en sal o la utilización de diuréticos.

El calcio es un mineral muy importante para el mantenimiento de la contractilidad muscular, la correcta transmisión de los impulsos nerviosos, los sistemas de coagulación sanguínea y la formación de los huesos y los dientes.

La ingesta diaria de calcio recomendada depende factores como la edad, el sexo o el embarazo, aunque se calcula que ésta debe ser de unos 1000-1200 mg al día aproximadamente. Para prevenir la hipocalcemia (niveles bajo de calcio en sangre), se aconseja realizar una dieta que incluya lácteos (leche, yogur…), vegetales de hojas verdes como la espinaca, cereales ricos en vitamina D o determinados pescados como la sardina o el salmón.

Los suplementos de calcio también pueden ayudar, pero siempre deben ir acompañados de vitamina D. De hecho, algunos suplementos de calcio ya incluyen una pequeña cantidad de vitamina D para facilitar su aprovechamiento.

Hay que recordar que deben recibir suplementos de calcio sólo aquellas personas a las que se lo indique su médico. Quienes más frecuentemente los requieren son personas con una dieta deficiente en calcio, mujeres embarazadas o posmenopaúsicas, pacientes sometidos a cirugía de cuello en los que se han extirpado las glándulas paratiroides y los ancianos. Estos últimos suelen necesitar suplementos de calcio frecuentemente, ya que tienen más riesgo de desarrollar enfermedades de los huesos como la osteoporosis. La ingesta adecuada de calcio y vitamina D, así como la realización de ejercicio de forma habitual, es esencial para mantener una buena salud de los huesos durante toda la vida.

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