A grandes rasgos, es una luxación que, sin llegar a perder la congruencia de las caras articulares, sí presenta un mínimo desplazamiento de la unión articular durante un breve espacio de tiempo, retornando inmediatamente a su posición original.

Se trataría de una torcedura articular traumática, que es dolorosa y produce inflamación en la zona afectada (tobillo, rodilla, dedos…). El esguince de tobillo es el más frecuente.

La distensión, rotura e incluso arrancamiento es cuando los ligamentos y estructuras de fijación de la articulación sufren un sobreesfuerzo. Por su parte, el sistema vascular y el tejido conectivo también se verán afectados, en mayor o menor grado, dando como resultado posibles derrames internos y edemas, respectivamente. Por tanto, la gravedad y consecuencias del esguince van a depender de la energía del traumatismo y de la fuerza o consistencia que tuviera dicha articulación.

La aplicación de hielo nos permite rebajar la inflamación y la sensación de dolor causada por el esguince.

La prioridad de la rehabilitación en este tipo de lesiones radica en controlar la inflamación y el dolor, así como aliviar de cargas la zona afectada por el esguince. Seguiremos para ello el protocolo: Reposo, Hielo, Compresión y Elevación. Por lo tanto, las primeras medidas para el tratamiento de un esguince serán:

  • Aplicar hielo o algún mecanismo de frío (de manera doméstica se aplica una bolsa de guisantes congelados por su adaptabilidad a cualquier articulación), reduciendo así la inflamación y calmando el dolor.
  • Hacer un vendaje compresivo de la zona dañada.
  • Elevación del miembro lesionado para favorecer el drenaje edematoso. Es importante que, en el caso del tobillo, la elevación del mismo sea por encima de la cadera, para que este drenaje sea eficaz.
  • Para tratar el esguince será también beneficiosa la administración de medicamentos antiinflamatorios y analgésicos. Igualmente, es recomendable el uso de cualquier tipo de prótesis a fin de disipar cualquier carga sobre esa articulación dañada. Atendiendo a la graduación de la lesión, se pueden citar medidas de respuesta ante una lesión de esguince:

Esguince grado 1

  • No es necesaria inmovilización alguna, e incluso resulta prudente permitir su uso. A partir del segundo día, se puede comenzar con ejercicios de movilización (flexo-extensiones, movilidad articular, fortalecimiento, etcétera). Una vez recuperados, y antes de reanudar la actividad física, conviene fijar la articulación con un vendaje preventivo.

Esguince grado 2

  • El patrón de actuación será idéntico al grado 1, con la salvedad de la protección con férula o vendaje funcional a partir del segundo día.

Esguince grado 3

  • Antes de cualquier actuación, debe ser evaluada la lesión por un especialista, en este caso traumatológico, para discernir el alcance de la lesión y las pruebas pertinentes a realizar. Posteriormente, y al igual que en los casos anteriores, comenzaremos los primeros dos días con el protocolo: Reposo, Hielo, Compresión y Elevación; una vez que la inflamación ha remitido (de dos a tres semanas), se comenzarán las labores de rehabilitación por parte de terapeutas profesionales acompañados del uso de férulas de descarga o vendajes funcionales.
  • La ejercitación consistirá en actividades que busquen la amplitud de los movimientos y el fortalecimiento de ligamentos. Trazar las letras del alfabeto en el aire con el pulgar o ponerse de puntillas son ejemplos de estos ejercicios rehabilitadores.

Es un tipo de lesión muy frecuente, sobre todo en gente joven por la práctica deportiva debido a una mala pisada, mal movimiento o al uso de calzado inadecuado; pero también se observa en otras épocas de la vida donde la menor agilidad o la debilidad de las articulaciones pueden originar riesgo para padecerlo. Ocasiona un buen número de consultas médicas y, aunque no son un trastorno grave, suele generar costes socio sanitario por el absentismo laboral que provocan.