Un estudio sugiere que un tipo de célula nerviosa derivada de células madre puede realizar las conexiones correctas cuando se implanta en el cerebro, restaurando la función motora perdida.
La enfermedad de Parkinson es un trastorno degenerativo progresivo que afecta el control muscular.
Sus síntomas incluyen temblor, rigidez, lentitud de movimiento y deterioro del equilibrio. Las dificultades para tragar y hablar también son comunes, sobre todo más tarde en el curso de la enfermedad.
Los Institutos Nacionales de Salud estiman que alrededor de 50,000 personas son diagnosticadas con Parkinson cada año en los Estados Unidos, y alrededor de medio millón de personas viven con la afección.
En las primeras etapas de la enfermedad, antes de que aparezcan los síntomas, ciertas células cerebrales llamadas “sustancia negra” comienzan a morir. Estas células producen dopamina, una molécula de señalización nerviosa o neurotransmisor, que es esencial para el movimiento suave de los músculos.
Trasplantes de células
Actualmente no existe cura para el Parkinson, pero una línea de investigación prometedora implica el trasplante de células nerviosas en el cerebro para reemplazar las funciones perdidas. Los expertos podrían usar el mismo enfoque para reparar el daño causado por otros trastornos neurodegenerativos y traumas.
Sin embargo, para que estas terapias tengan éxito, las células nerviosas trasplantadas deben establecer las conexiones correctas.
Entradas inhibitorias
Igual de importante, los dos tipos de células nerviosas implantadas comenzaron a recibir señales distintivas de otras células nerviosas. Las células de glutamato tenían más probabilidades de recibir estímulos estimulantes, mientras que las células de dopamina tenían más probabilidades de recibir estímulos inhibidores que evitaban que se sobreestimularan.
Entre 4 y 5 meses después del trasplante de células de dopamina en sus cerebros, los ratones mostraron habilidades motoras mejoradas. Por el contrario, los ratones que recibieron células de glutamato no mostraron tales mejoras.
Finalmente, los investigadores demostraron que fueron las células productoras de dopamina implantadas las que restauraron las habilidades motoras de los ratones.
Antes de implantarlos en el cerebro, insertaron interruptores genéticos “on-off” en las células de dopamina. Estos aumentan o disminuyen la actividad de las células en respuesta a los medicamentos en la alimentación o inyecciones de los animales.
Cuando el equipo apagó las células, las mejoras en las habilidades motoras de los animales desaparecieron, lo que demuestra que los nuevos circuitos creados por ellos habían sido los responsables.
Los investigadores especulan que los especialistas podrían utilizar la misma técnica para ajustar la actividad de las células de dopamina implantadas en los pacientes de Parkinson.